25 julio 2011

Chile requiere una Nueva Constitución

Marcelo Díaz


En paralelo a las emocionantes y masivas protestas de los últimos
meses -expresión evidente del enorme descontento de la ciudadanía-
comunidades, etnias y organizaciones sociales están recurriendo
permanente a la justicia o al Congreso Nacional,  a fin de conseguir
amparo y resguardo a derechos que muchas veces damos por obvios, sea
por estar establecidos en la Constitución, sea porque están contenidos
en Tratados Internacionales.


Legos y no legos, damos por supuesto que tenemos garantizados
constitucionalmente derechos de capital importancia, tales como el de
vivir en un medio ambiente libre de contaminación; no ser
discriminados por orientación sexual, género o etnia; a tener una
educación,  obligatoria,  gratuita, laica y de excelencia; entre
muchas otras.


Lamentablemente, esto no está ni cerca de ser así.


La aprobación de HidroAysén y otros proyectos depredadores del medio
ambiente, un sistema de financiamiento de la educación basado en el
lucro o las discriminaciones arbitrarias -ratificada por el Tribunal
Constitucional- en materia de post-natal, evidencian las debilidades
de nuestra institucionalidad, sea para brindar amparo a las garantías
constitucionales sea, simplemente, para evitar que una norma o
autoridad de jerarquía inferior, vulnere nuestros derechos
fundamentales.


Si consideramos, además, la ilegitimidad de origen de la Constitución
Política vigente y la convivencia dentro de ella de estos derechos
fundamentales -básicamente decorativos-con una serie de normas,
elevadas a rango constitucional, cuyo único norte es garantizar la
invariabilidad, ad eternum, del cuerpo constitucional que nos legara
una dictadura horrorosa y vergonzante, podemos hablar de que estamos
en presencia de una parálisis o crisis constitucional.


La carta fundamental chilena está, indignantemente, blindada por
normas que coartan la participación política, trampas legislativas,
quórums imposibles, controles constitucionales, cuyo único norte,
parece ser, reducir la expresión de la voluntad soberana,
exclusivamente, a elecciones y plebiscitos, éstos últimos limitados a
casos de laboratorio que explican porque nunca han sido convocados. Y
sabemos que el sistema electoral chileno no contribuye a que en estas
instancias se desborde la diversidad, la pluralidad de valores, ideas,
creencias y esperanzas que han encarnado – huérfanos de apoyo
político- los estudiantes, los defensores de bosques y ríos, los que
han marchado por la igualdad de derechos.


Requerimos una nueva Constitución. En verdad, la hemos requerido desde siempre.


Si hay un hilo conductor, una quimera, una epopeya que ha
caracterizado la Historia de este país ha sido el requerimiento de los
excluidos por ser considerados como parte de un poder constituyente.


Se intentó el año 1828, con la hermosa constitución liberal de José
Joaquín de  Mora. Entre 1833 y 1924 distintos partidos y visiones
políticas fueron tomando el relevo para limitar el poder omnímodo de
la oligarquía y recuperar parte de lo robado al pueblo en Lircay.


La Constitución del 25, que nos rigió hasta que las llamas consumieran
La Moneda, fue impulsada por una Asamblea autoconvocada por obreros,
gremios y estudiantes, que luego fuera traicionada por los mismos que
se han autoasignado el poder constituyente desde siempre.


Como se ve, la demanda y los intentos por llevar adelante una
instancia participativa, democrática y pluralista donde se defina
colectiva y democráticamente las reglas básicas de nuestra convivencia
no han estado ajena a nuestra historia.


Tampoco lo están hoy en la esfera de las aspiraciones de otras
naciones. Países de regímenes tan disimiles, como Colombia y Venezuela
han concluido exitosamente sus procesos constituyentes, mientras que
Islandia se apresta a vivir este proceso validando a las redes
sociales como instrumento formal de expresión de la voluntad soberana.


¿Seguiremos, entonces, los chilenos constituyéndonos en la excepción,
en un caso patético -incluso objeto de estudio- de anquilosamiento
jurídico-institucional, de desconfianza en la voluntad popular?


¿Sumaremos a nuestros blasones de haber sido de los últimos países en
contar con Ley de Divorcio, Institucionalidad Ambiental o impuestos a
quienes se hacen de nuestra riqueza minera, el dudoso honor de
permitir que sigan envejeciendo y apoltronándose normas que
representan la particular visión de un puñado de personas, de hace ya
más de 30 años?.


Diez diputados de la oposición, en representación de muchos otros
parlamentarios y, especialmente, de miles de ciudadanos, no estamos
dispuestos a ello y hemos dado un primer paso, presentando un proyecto
de reforma constitucional que permita iniciar un proceso de Asamblea
Constituyente en Chile.


Nuestra propuesta es simple: que se pueda convocar a una Asamblea
Constituyente mediante una ley aprobada por la mayoría de los
Diputados y Senadores en ejercicio o por la iniciativa de al menos
quinientas mil firmas de ciudadanos. Asimismo, proponemos que la nueva
Constitución, redactada por la Asamblea, sea ratificada, mediante
plebiscito, por la mayoría absoluta de los sufragios válidamente
emitidos (Boletín 7792-07).


Se ha abierto una pequeña puerta, pero necesitaremos todas las
voluntades, toda la creatividad, toda la persistencia que hemos visto
en tanto héroe anónimo en las calles, colegios, universidades y plazas
de nuestro país, para evitar que se cierre.


Atendido los elevados quórums necesarios para aprobar esta reforma
constitucional es ilusorio pensar que será posible sacarla adelante
simplemente empujando su tramitación legislativa del modo habitual en
el Congreso. No veo razón para que aquellos que detentan el poder de
veto y el control de los cambios en Chile los entreguen así sin más.
Será necesario escribir una y mil cartas, firmar peticiones hasta que
seamos millones, y levantar la demanda de la Asamblea Constituyente en
todas y cada una de las movilizaciones por un Chile más justo y
democrático.


Tal vez no se logre pronto, quizás devenga en un asunto generacional,
en algo que se trasmite de padres a hijos.


Pero al menos hemos comenzado y depende sólo de nosotros que avance.
 Marcelo Díaz es Diputado de la República.

Te invitamos a adherir la "Carta por una Nueva Constitución para Chile" firmando aquí. Si eres representante legal de una organización social, puedes adherir también a la "Carta abierta de los pueblos y movimientos sociales por una Nueva Constitución para Chile" firmando aquí.

20 julio 2011

Carta por una Nueva Constitución para Chile

Señor Sebastián Piñera Echenique
Presidente de la República de Chile

Señor Guido Girardi Lavín
Presidente del Senado de Chile

Señor Patricio Melero Abaroa
Presidente de la Cámara de Diputados de Chile

Señor Milton Juica Arancibia
Presidente de la Corte Suprema de Chile

De nuestra consideración,

Las ciudadanas y ciudadanos del Estado de Chile queremos una nueva Constitución, una que lleve la firma de todas y todos. 

Queremos una nueva Constitución porque tenemos la convicción que nuestra carta magna debe estar legitimada por cada una de las ciudadanas y ciudadanos de Chile, construida en común a través de procedimientos abiertos e informados que permitan el diálogo y el intercambio de opiniones y que la propuesta final sea sometida a la voluntad soberana del pueblo a través de un plebiscito. 

Queremos una nueva Constitución porque queremos un país más equitativo y justo, y para ello requerimos construir un marco institucional que nos represente a todas y todos, que promueva la democracia, la transparencia, el pluralismo, el bienestar general, los derechos sociales y la participación ciudadana como ejes orientadores de nuestra convivencia.

Queremos una nueva Constitución porque consideramos que la vigente, cuya estructura principal fue definida cuando en nuestro país los derechos civiles esenciales no eran respetados, no representa a la sociedad chilena actual

Queremos una nueva Constitución porque necesitamos reencontrarnos y para ello es fundamental se reconozcan, escuchen y recojan las demandas que se expresan con fuerza y convicción en las múltiples manifestaciones de malestar que hoy recorren Chile. 

Queremos una nueva Constitución porque tenemos una deuda con las futuras generaciones, y es nuestra responsabilidad como ciudadanas y ciudadanos hacernos cargo de nuestro devenir, construyendo entre todos el camino que queremos recorrer.

Es por lo anterior que solicitamos a ustedes, como máximas autoridades del Estado de Chile, que inviten a la ciudadanía a la apertura de un proceso constituyente que culmine con una nueva Constitución para nuestro país, para nosotros y nuestras hijas e hijos. 

Atentamente,
Las y los abajo firmantes.
 

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18 julio 2011

Diputados de todas las bancadas de oposición presentaron un proyecto de ley de reforma constitucional para convocar a Asamblea Constituyente

La iniciativa del diputado PS Marcelo Díaz, tiene el propósito de generar las condiciones para que Chile cuente con una Constitución “plenamente democrática” y que “refleje fielmente las aspiraciones y demandas de los ciudadanos”.

El proyecto de ley de reforma constitucional para convocar a una Asamblea Constituyente fue presentado este jueves en la oficina de partes de la cámara, contando con el pleno respaldo de toda la Bancada Socialista. Pero también fue suscrito por los jefes de las bancadas de la DC, Aldo Cornejo, del PPD, Pepe Auth, del PC, Guillermo Teillier y del PS, Alfonso De Urresti. Además de la subjefe de la bancada del PRI, Alejandra Sepúlveda, del diputado radical, Marcos Espinosa, del diputado Independiente Sergio Aguiló, el timonel del PS, diputado Osvaldo Andrade y el diputado Marcelo Schilling.

Según explicó el diputado Díaz, autor de la iniciativa, la propuesta busca convocar a una Reforma Constitucional por la vía de una ley de quórum calificado en el Parlamento o por la presentación de 500 mil firmas de ciudadanos. Una vez aprobada la Asamblea Constituyente, se debería aprobar una nueva Constitución, la cual, según el parlamentario, “será plenamente democrática” y de “origen legítimo”. Así como también “deberá reflejar de manera fiel las aspiraciones constitucionales de los chilenos, respondiendo de paso a las principales demandas de los ciudadanos”.

El diputado Díaz recalcó que “no sólo queremos más participación, sino también un sistema político que se haga cargo de poner término a las profundas desigualdades que hay en Chile”. Además, agregó que “estamos convencidos que Chile vive una parálisis constitucional y llegó la hora de que nuestro país cuente con una constitución auténticamente democrática y no hay otro mecanismo que una Asamblea Constituyente”.

En la oportunidad, la subjefe de la Bancada del PRI, Alejandra Sepúlveda planteó que “hoy la ciudadanía nos están demandando una participación mayor, tanto en reformas constitucionales, como en la reforma a la educación y el lucho. Ya que no hemos podido hacerlo en estas cuatro paredes del Congreso, queremos que la ciudadanía defina una nueva constitución y esperamos aprobarla en el Parlamento”, indicó.

En tanto, el timonel del PC, diputado Guillermo Teillier señaló que este proyecto responde a un espíritu democratizador como el que ha estado presente en la presentación de otros proyectos, como la nacionalización del cobre, las reformas al sistema electoral y el plebiscito.

“Hoy se propone una Asamblea Constituyente que es la antesala para tener una nueva constitución y si fuéramos capaces como parlamento de dar estos pasos, indudablemente que nos estaríamos acercando mucho más al sentir ciudadano y podríamos revertir la lejanía con esta institución, porque  no responde a las expectativas ciudadanas y creo que estos pasos van a servir para eso y elevar el papel que realmente debe jugar en nuestro país”, aseveró Teillier.

Por su parte, el diputado PPD Pepe Auth, sostuvo que “buena parte de los problemas que tiene Chile en materia de educación, salud, desarrollo regional, y acción productiva del Estado, entre otros, tienen que ver con la Constitución, y el problema de nuestra Constitución es su pecado original, ya que fue generada entre cuatro paredes a espaldas de la ciudadanía”.

“El concepto de fondo que está planteado esta reforma, es que las Constituciones son el marco de referencia que guía a los países, y por lo tanto, tienen que ser decididas democráticamente por toda la ciudadanía, permitiendo que se pueda abrir paso a una generación democrática de una nueva Constitución”, afirmó Auth.

02 julio 2011

Chile: 200 años sin una constitución legitimada por la ciudadanía

Por Mariel Rubio

Una Constitución Política  puede definirse como un cuerpo normativo que establece principios y valores que rigen el ordenamiento jurídico de un estado, otorgándole un marco legal para regular las relaciones entre el estado, sus poderes y los ciudadanos. De lo anterior se desprende también que es la forma de plantear explícitamente el pacto que hay entre el pueblo y quienes lo representan en función del poder soberano delegado en ellos por los ciudadanos.
 
Teniendo en mente la anterior definición, es paradójico que  Chile, un país que se jacta de ser republicano, en doscientos años ninguna de sus tres constituciones más importantes haya nacido fruto del consenso democrático ciudadano, sino que muy por el contrario fueron escritas entre cuatro paredes, legalizadas pero jamás legitimadas.
 
La Constitución de 1833 ha sido la de mayor duración en Chile y respondió a una coyuntura política donde la elite, dividida entre pipiolos, pelucones y estanqueros zanjó los destinos de Chile hasta bien entrado el siglo XX.
 
Tras la batalla de Lircay (17 de abril de 1830), el bando pipiolo fue desplazado del poder  y pelucones y estanqueros se impusieron militar y políticamente. Si bien el presidente era José Joaquín Prieto, era Diego Portales quien movía los hilos de la política. En ese contexto se enmarca la redacción de una nueva constitución, una donde lo que importaba era el cargo de presidente y no quien lo detentara y donde su palabra era la ley. 
 
Se convocó entonces a la “Gran Convención” para discutir el nuevo texto legal. Este grupo estaba formado por 16 diputados en ejercicio y 20 ciudadanos, de los cuales sólo 6 no estaban vinculados directamente al congreso. Si bien el concepto de ciudadanía para la primera mitad del siglo XIX que excluía a las mujeres era aceptado para la época, el carácter censitario del ciudadano plasmado por Mariano Egaña, excluía a los analfabetos -una gran mayoría de los habitantes-, a quienes no tuvieran propiedades y que tuvieran cierto nivel de renta. Por lo tanto, para esta Constitución y el Chile portaliano, la ciudadanía se remitía a la elite. Conclusión, nuestra primera gran constitución nació de un puñado de hombres de la más pura elite política decimonónica. 
 
El siglo XX pilló a Chile en medio de la denominada “cuestión social” y un sistema político, el parlamentarismo que lejos de preocuparse de los problemas y cambios sociales se dedicaba más a vivir una suerte de Belle Epoque criolla. La crisis del Centenario, la matanza de la Escuela de Santa María de Iquique, la huelga de la carne, el surgimiento del Partido Comunista y la Primera Guerra Mundial parecieron pasar sin pena ni gloria para la fronda que seguía mirándose entre sí y brindando en sus lindos palacetes de la calle Dieciocho.
 
Hasta que en 1920 irrumpe la candidatura presidencial de Arturo Alessandri Palma. El León de Tarapacá llegó con nuevas ideas y promesas de cambios sociales para su “querida chusma” las que sin embargo encontraron en el parlamento una piedra de tope monumental. No fue hasta que se hicieron sonar los sables y con  golpe militar de por medio (11 de septiembre de 1924)  que la elite se remeció de sus asientos y comprendió que ya no vivían en el Chile finisecular que los llevó al poder.
 
Tras el regreso de su exilio en Roma después el golpe, Alessandri convocó a representantes de todos los partidos políticos a través del decreto N° 1422 de 7 de abril de 1925  para formar la “Comisión Consultiva”, tras fracasar el intento por convocar a una Asamblea Constituyente. La Comisión, compuesta por 122 personas, se dividió en dos subcomisiones, una de las cuales, la llamada “de Reforma”, presentó una propuesta con dos variantes, las que fueron sometidas a plebiscito el 30 de agosto de 1925, proclamándose el 18 de septiembre del mismo año.
 
La Constitución de 1925, redactada en medio de una sociedad quebrada, una institucionalidad devastada y con golpe de estado de por medio, no entró en real vigencia sino hasta 1932, cuando Arturo Alessandri asumió por segunda vez la presidencia tras el agitado período entre 1925 y 1932. De corte presidencialista, pretendió devolverle al primer mandatario el rol de poder Ejecutivo que el Congreso le obstaculizó durante el parlamentarismo. 
 
Esta constitución también tuvo varias reformas, ampliando cada vez más el concepto de ciudadano, esta vez a mujeres, las que votaron por primera vez en elecciones presidenciales en 1952, a no videntes (1969) y analfabetos (1972). Sin embargo y como ya sabemos, la Constitución de 1925 entró en receso el 11 de septiembre de 1973.
 
La Junta Militar que asumió, con Augusto Pinochet a la cabeza, se autodenominó con un rol “refundacional y de restauración de la chilenidad”, por lo que era necesario borrar con gran parte del pasado, seleccionar aquellos aspectos que les servían e iniciar su programa que más bien fue desarrollándose en la marcha.
 
El 24 de septiembre de 1973 se llamó a redactar un anteproyecto constitucional a una comisión que poco avanzó dado que la misma Junta no tenía claridad suficiente respecto a metas y prioridades. En 1975, se cambió de ruta y se decidió redactar las “Actas Constitucionales”, las que cada una en sí misma sería un capítulo, por lo que la compilación de todas ellas daría una eventual nueva carta fundamental. Sin embargo, el 9 de julio de 1977 en “El día de la Juventud” más conocido como “Chacarillas”, se explicitó los planes de la Junta en materia constitucional donde se debía velar por una “democracia que sea autoritaria, protegida”. Chacarillas puso plazos y objetivos. Era necesario hacer una constitución pero, ¿cómo hacerla sin parlamento, sin partidos políticos, sin presidente y en medio de una dictadura militar? Fácil. Entre cuatro paredes.
 
Tras 57 sesiones el Consejo de Estado elaboró una propuesta constitucional. No entraremos en las disputas internas, baste decir que las ideas de Jaime Guzmán prevalecieron por sobre otras. Con un sistema económico neoliberal recientemente implantado, una institucionalidad tecnocratizada y ciudadanos replegados en sus casas con toque de queda y constante represión por parte de organismos de inteligencia, es difícil, por no decir imposible, sostener que el marco político en el cual nace esta Constitución era la democracia.
 
El 11 de septiembre de 1980 se sometió a plebiscito esta Constitución. Sin padrón electoral y con un Estado capaz de controlar todo mecanismo de información, fue aprobada, entrando en vigencia, pasando el general Augusto Pinochet Ugarte a tener el cargo de Presidente de la República hasta 1988, donde un nuevo plebiscito definiría su continuidad en el cargo. Pero eso, mis estimados y estimadas, es harina de otro costal.
 
Como hemos visto ninguna de las tres constituciones que han regido Chile por 178 años ha nacido de la voluntad popular.  Han sido fruto de coyunturas marcadas por la guerra, la crisis política y la dictadura. Ninguna ha sido legitimada en procesos universales, abiertos e informados. Ninguna recoge las opiniones de los ciudadanos sino la del grupo dirigente, elite, fronda, aristocracia, clase alta, póngale el nombre que quiera, pero sabemos, sí lo sabemos, que son los mismos.
 
Hoy estamos en una coyuntura histórica crucial. Tenemos la oportunidad, los medios y la convicción que es posible de una buena vez construir entre todas y todos un país más justo y equitativo. Las demandas  sociales que por estos días hacen estudiantes, trabajadores, ambientalistas, ciudadanos de a pie, chocan con la Constitución, un marco jurídico que ya no responde a la realidad del Chile actual. Una constitución que no nos representa, que no es legítima y que ya no aguanta otro parche más. 
 
Por eso, si como yo demandas una nueva Constitución pon tu firma en esta carta, aporta con tus ideas y ven con nosotros a empujar el carro de la historia. 
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